Ana Atienza integra el Centro de Comunicación para el Desarrollo, que en el año 2005 presentó un proyecto para hacer teatro en las cárceles. Finalmente, se prohibió la obra en el penal (La casa de Bernarda Alba) y el grupo empezó a ensayar afuera. Aquí, su testimonio: "Ahí es donde tuvimos contacto con las presas, y donde conocimos el adentro del sistema carcelario. Para poder salir tienen que tener la transitoria, deben cumplir la mitad de la condena, y ese requisito es muy difícil de conseguir en Tucumán, porque la mayoría están procesadas pero no condenadas. Los jueces nos dieron permiso para el estreno de la obra en junio de 2010. A partir de ahí intentamos seguir el taller afuera, con las chicas que iban saliendo: homicidas, mulitas, posesión de drogas. Creo que la cárcel no les sirve para nada. Conozco algunas que están trabajando, pero lo hacen a pesar de la cárcel. La cárcel no hace nada que les mejore su relación con el afuera, con la familia". Ana cuenta el caso de una interna que estuvo siete años. "Demoró ese tiempo en hacer la EGB3 (eran tres años). Le dijimos: ponete las pilas. Y fuimos al Ministerio de Educación, para buscar los papeles. 'No existen', nos respondieron. Finalmente, estuvimos dos meses por detrás de esos documentos, para que tuviera la certificación de ese tramo escolar. Pero cualquier otra chica que no haya tenido apoyo, lo perdía todo. Otro tema es el permiso extramuros: antes de que termine la condena, la interna pueda salir si tiene permiso de trabajo. Pero los requisitos son tantos, que ningún empleador da un puesto. Tiene que ir el empleador personalmente adonde está radicada la causa, y pagar todo en blanco, con sueldo básico. En un mercado como el nuestro, en el cual ni el que tiene un título de grado consigue trabajo... Casi ninguna de las chicas que pasa por la cárcel tiene formación o capacitación en algo en particular. De modo que, aunque en teoría tienen la posibilidad de obtener un permiso extramuros, en la práctica no lo pueden conseguir. Es mucho más riesgoso vivir dentro de la cárcel que fuera de ella. Por un lado, las condenadas no están separadas de las procesadas. Por el otro, hay numerosos casos, como el de Silvia, que estuvo encerrada ¡dos años y nueve meses! Después de eso, le dijeron: "señora, disculpe, nos hemos confundido". Hay una discriminación social a los que han perdido la libertad. Con respecto a Silvia, el Cedesco estuvo pensando en hacerle juicio al Estado. Pero a Silvia le perdieron el DNI. De todos modos, le consultamos, y ella priorizó que le tramitemos su jubilación. Urge que la cárcel se vuelva visible, la cárcel se tiene que poder ver; es el único modo de que la gente vea qué es lo que pasa".